La verdad es que el post de hoy me está costando muchísimo. Por eso casi he tardado 3 semanas en subirlo. Resumir lo que para mi significaron los meses en EEUU viviendo al estilo americano es demasiado difícil.
Pero voy a intentarlo. En primer lugar, quiero decir que lo volvería a repetir y me hubiera quedado mucho más tiempo. En segundo lugar, no todo fue un paseo de rosas. Tuve muy mala suerte con la familia de acogida que me tocó y ahora contaré por qué.
Era en el año 2011 y en esa época todavía no se llevaba mucho Facebook y Whatsapp no existía. El único contacto que tenía con mi vida real era los miércoles a las 6 p.m. y solo me daba tiempo a actualizar mi perfil de tuenti y a llamar a mis padres por Skype. Es decir, la integración allí fue muy auténtica. Era completamente como vivir una vida paralela. Eso me encantaba. Siempre sentí que mi vida de aquí estaba en pausa y al fin y al cabo, como tu vida allí no es la real, no te lo tomas todo tan en serio. Te ríes más, disfrutas más, tomas más riesgos, etc., ya que sabes que al final volverás a casa. Sinceramente, y con el considerable desarrollo de la tecnología, no sé si hoy en día quien se fuera podría vivir como yo lo hice: completamente desconectada.
Y no, no me sentí sola en ningún momento. Decidí escribir todos los días un diario. Pensé que se me olvidaría después del primer mes, pero desde el día que salí del aeropuerto hasta el día que volví a casa, tengo todos mis recuerdos y pensamientos guardados. Sé que parecerá una locura, pero mi diario se convirtió en mi “mejor amigo”. La única “cosa” capaz de entenderme en mi propio idioma y de escucharme a cualquier hora del día. No me malinterpretéis, sí que tenía amigos/as americanos/as, pero durante ese tiempo no escuché a nadie hablando español y nadie era de esos/as amigos/as de toda la vida. Recomiendo escribir un diario a todo aquel o aquella que viva fuera de casa.
Pues bien, como he dicho al principio, me lo pasé genial. Aprendí muchísimo, viajé, conocí a gente, fui a un baile, cante en Disneyworld Orlando delante de 10.000 personas y participé en un desastroso recital de Hip-Hop (sí, ¡yo!). Pero no obstante, tuve muy mala suerte con la familia. La verdad es que me sabe un poco mal escribir esto públicamente, pero lo único que quiero transmitir con esto es que bueno, ¡no siempre te toca lo mejor! Yo iba con la mentalidad de una niña inocente de 15 años. En general, siempre pienso que todo el mundo es bueno y ahí me choqué por primera vez con una persona muy mala. La madre de la familia era una de las peores personas que he conocido nunca. Siempre le gritaba a sus hijas, les decía que ellas no podían, les quitaba las ilusiones y, obviamente, también me lo decía a mi.
Mi sueño siempre había sido ir a un baile de fin de curso y estaba súper ilusionada, pero a la madre no le apeteció llevarme ese día con el coche. Además, en casa me sentía un poco como Cenicienta. Las hermanas en principio eran un encanto, pero obviamente intentaban imitar a su madre. Todos los días era yo la encargada de limpiar los platos y la cocina. Ella nunca se ilusionaba por mis buenas notas ni me preguntaba qué tal iba el instituto. No le gustaba cocinar y siempre salíamos a cenar fuera. Lo fuerte de todo es que las familias de acogida se supone que te lo pagan todo, pero siempre pagaban 4 partes y me dejaban a mi el resto. En los viajes, era yo la que pagaba la gasolina del coche y la madre utilizó mi tarjeta para pagar la academia de baile de mis dos hermanas. A veces venía al instituto y recogía a mis hermanas. A mi me dejaba allí y volvía un par de horas más tarde a recogerme cuando ya se habían ido de compras o a cenar. Y en fin, mil historias más que contar. Pero, no os preocupéis, ¡yo fui muy positiva en todo momento! Me encantaba el instituto y sobre todo tener clases de coro todos los días. Todo esto nunca se lo conté a mi madre real, ya que sabía que si se lo decía me diría de volver a casa y yo no quería.
Pero ¡todo cambió!. Uno de los días que no me recogieron del instituo me preguntó mi profesora de coro que por qué no venían a por mi cuando ya se habían ido mis hermanas. Yo intenté no decirle malas cosas sobre la familia, ya que mis hermanas también eran sus alumnas, pero ella notó algo raro. Me ofreció pasar un finde con ella y al final lo hice. Después de eso me dijo que si me gustaría quedarme a vivir con ella. Yo le dije que me encantaría. ¿Sabéis? Mi película favorita siempre había sido Matilda y yo me sentía como la protagonista. No obstante, intentó que me quedara con ella pero la agencia no le aceptó porque era “soltera”. Así que no me pude cambiar.
No obstante, un día de noviembre me invitó una chica de coro a su fiesta de cumpleaños. Mi madre de acogida me dijo que podía ir (era la primera vez que me dejaba ir a una fiesta) y yo estaba súper feliz. Aún así, antes de salir de casa con el coche me dijo que no me llevaba. Que si quería ir me tenía que apañar… En Georgia no hay buses ni nada. Así que bueno, llamé a la chica del cumpleaños y le dije que no podía ir. Ella notó también algo raro en la llamada (y ni siquiera era mi amiga cercana) pero me dijo que venía a recogerme con su padre. Al final me vinieron a recoger y me llevaron a su casa. Por la noche conocí a esa familia. ¡Eran un encanto! Me preguntaron cosas sobre mi familia de acogida y al final exploté y les conté la verdad. Aparte de mi diario y mi amigo de Austria, nadie más sabía lo de la familia. Yo no quería que en el instituto miraran mal a mis hermanas porque en el fondo ellas no tenían la culpa de nada. La nueva familia ese mismo día llamó a la agencia y les dijeron que se querían quedar conmigo. Fue duro tener que volver a la otra familia y decirles que me iba, pero al final todo salió bien. Me mudé a esta nueva familia y desde entonces volví a tener una mami buena y cariñosa y una familia que se preocupaba por mi. Fueron los meses más bonitos del mundo y en ese momento aprecié muchísimo todo lo que hacían por mi. No dejaba de darles las gracias cada 2 minutos y ojalá me hubiera podido quedar. De verdad, hay más gente buena que mala en el mundo.
Pero bueno, como he contado, no lo cambiaría por nada. Aprendí mucho de la vida y de mi misma. ¡Id si podéis! Seguro que os toca una familia encantadora.
Y me voy a callar ya, porque ¡os vais a aburrir! Este post ha sido sobre reflexiones en EEUU. ¡En mis próximos posts contaré cosas más divertidas sobre mi aventura en NYC y Washington, el encuentro religioso de jóvenes en Tennessee y cuando canté en Disney!
Con cariño,
Irene.